miércoles, 27 de marzo de 2013

Selección de métodos: una mirada intercultural

Nota precautoria para las/los evaluadores de proyectos (1)


Ricardo Jorge Villanueva


Los programas y proyectos con impacto social que evaluamos se desenvuelven en una trama sociocultural viva, la cual impregna todas y cada una de las actividades de la intervención. Sea visible o invisible para los participantes,. Las actividades intervienen en un conjunto de valores, expectativas, códigos lingüísticos, marcos narrativos que explican la realidad para las y los miembros de las comunidades. Entonces, la elección de ciertos métodos de recojo y análisis de información implica en cierto modo elegir ciertas formas de acceder a la cosmovisión y marcos de referencia de las personas.


Muchas veces los equipos evaluadores emprenden el diseño de las evaluaciones como un proceso riguroso y a veces extremadamente técnico, poniendo énfasis en tres elementos fundamentales de la calidad de la evaluación de programas y proyectos, estos son la viabilidad, la confiabilidad y la representatividad. Nuestro país -es éticamente imperioso reconocerlo- constituye una realidad multicultural. Los códigos y hábitos que vivimos en los contextos hispanohablantes urbanos son distintos a los de las comunidades indígenas de la sierra y la Amazonía, especialmente aquellas que enfrentan la exclusión, y sus formas de convivencia y construcciones culturales son poco comprendidas. Muchas veces sus derechos son postergados por las instituciones del Estado profundizando su vulnerabilidad. En ocasiones debido a la premura, los recursos disponibles o el propio modelo de la intervención a evaluar se pone énfasis en la viabilidad o la confiabilidad y no se presta atención a un cuarto elemento: la legitimidad del proceso evaluativo.


¿Por qué un proceso de evaluación, técnicamente bien diseñado debe también asegurar la legitimidad a través de formas de comunicación con los sujetos participantes? es una pregunta central. Primero, debemos reconocer que las intervenciones –especialmente las que tienen como propósito promover la inclusión social-- operan dentro de un contexto institucional que por decir lo menos ha prestado poca atención a la exigibilidad de los derechos de los pueblos indígenas. La propia institucionalidad de los mecanismos deliberativos establecidos (planes concertados de desarrollo, comités de coordinación regional y local, comités de participación educativa local, los presupuestos participativos y otros más) han sido organizados mediante reglamentaciones que en buena parte refuerzan la asimetría en las relaciones de poder, asimetrías preexistentes y que sostienen funcionamientos y reglas de juego en la economía y la política locales y, por lo tanto, han permitido asentar ciertos valores normativos. Mas allá de los talleres para transferir conocimiento y habilidades argumentativas que los proyectos implementan, la superación de las brechas de equidad y en la exigibilidad de derechos exige abordar los factores que sostienen el sistema de toma de decisiones.




Uno de los factores mas importantes es la instrumentalización de la participación de los actores. En la lógica instrumental unilateral, estos actores serán llamados beneficiarios , en otras ocasiones quizás formas sofisticadas para circunscribir y limitar su acción sociopolítica dentro de una lógica de entrega de servicios y productos. El proceso de evaluación puede y debe hacer visible en qué medida existe una relación apropiada y éticamente justificada entre las formas de participación y expresión de los sujetos –actores sociales- promovidas y los intereses y las visiones del desarrollo de los grupos participantes.


El proceso de empoderamiento y apropiación de derechos implica hacer visible las barreras, tanto aquellas impuestas por las instituciones políticas como las que el proyecto puede estar –inconscientemente o no- sosteniendo, creando así dependencias, relaciones verticales, asistencialistas y unilaterales que son incompatibles con un reconocimiento de estos grupos como sujetos sociales de derechos. El predominio de formatos escritos en los mecanismos oficiales, la actitud etnocéntrica de los funcionarios y la desvaloración hacia la forma de expresión de los grupos indígenas son en conjunto elementos de un verdadero sistema de asimetrías que profundizan el aislamiento y socavan o limitan un diálogo horizontal entre comunidades e instituciones. Necesitamos reconocer que el cambio es un proceso incremental, pero también necesitamos crear oportunidades para la disonancia cognitiva. Muchos equipos ejecutores de proyectos se dan cuenta a mitad de camino de esta trama de factores mientras que el marco lógico ha quedado anclado en supuestos irreales reproducidos de los discursos institucionales que ocultan la necesidad de construir coaliciones para afrontar los monopolios en la toma de decisiones. Una evaluación externa entonces crea una ventana de oportunidad para establecer un vínculo comunicativo empático con los actores indígenas para traer a la superficie las prácticas reales, los supuestos que han operado en los procesos de la intervención, y hacer un análisis de la pertinencia de estos procesos en función de las expectativas y visiones de desarrollo de los actores.


Entonces, en el momento de contrastar y sopesar entre uno y otro método de diálogo, necesitamos hacernos las siguientes preguntas relevantes para lograr legitimidad en la construcción del diálogo intercultural:


• ¿El método permite a nuestro/a interlocutor/a en la comunidad comprender cabalmente cuál es el objetivo de esta evaluación?

 ¿Este método da la oportunidad a nuestro/a interlocutor a explayarse para explicar su punto de vista desde sus propias palabras y forma comunicativa?

• ¿Estamos actitudinalmente preparados para procesar y dar cuenta de la información sin prejuicio, escuchando y valorando las opiniones y valores que se recogerán en el diálogo?

• ¿Estamos dispuestos a introducir cambios en el formato, lenguaje y forma de procesamiento y análisis en función de los puntos de vista?


Cuando los evaluadores permiten incorporar la complejidad en el diseño metodológico salen a relucir otras preguntas: ¿vamos a observar cómo se organizan las relaciones internas de la comunidad antes de elegir los informantes mas adecuados? ¿cuánto tiempo dedicaremos tiempo a dialogar para conocer sobre las expectativas, los proyectos de vida y las percepciones que tienen las personas sobre los demás actores antes de aplicar el primer instrumento? Un enfoque de diagnóstico rápido basado en la conversación ayudará en el proceso de establecer una atmósfera adecuada de diálogo, libre de premuras e ideas fijas, y permitirá estar en mejor pie para captar las necesidades, expectativas y vacíos que han sido abordadas o que han permanecido invisibles para el proyecto. Cuando los evaluadores logramos recoger esta valiosa narrativa y la comunicamos a las instituciones hemos cruzado el umbral para convertimos en mediadores culturales. Debemos ser conscientes de la responsabilidad que asumimos al cumplir este rol trascendental.

  1  Extracto de la guía "Evaluación de Proyectos de Desarrollo Humano. Ruta metodológica básica" a publicarse próximamente. Los comentarios son bienvenidos.

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