miércoles, 20 de febrero de 2013

Evaluando el desarrollo de capacidades para evaluar


¿Cuándo una organización orientada al desarrollo humano está en condiciones para gestionar el conocimiento y aprender desde la práctica?

Una de las principales ventajas de las organizaciones no gubernamentales pequeñas y medianas es su versatilidad y agilidad para ajustar su trabajo a las condiciones reales del entorno social y los problemas prácticos. Una de sus principales dificultades es reconocer la evidencia que surge cuando las estrategias planteadas para abordar el problema dejaron escapar asuntos críticos que limitan el avance a los resultados.

Como especialista en procesos de monitoreo  y evaluación de programas y proyectos he observado diversos tipos de equipos de proyecto: he observado a los eficientes: consideran que su misión es entregar los servicios y productos programados a los grupos definidos en el momento exacto, definen planes operativos y cuadros de Gantt, definen las metas a lograr y planifican bien; pero muchas veces escapa a su mirada las características culturales de los beneficiarios; los cambios que ocurren en el delicado balance político y de las fuerzas sociales en juego que se traducen en frenos y barreras a la marcha del proyecto; menos aún logran prestar atención suficiente a los factores sociales e institucionales que intervienen en la sostenibilidad. Se puede encontrar a los equipos comprometidos con los grupos destinatarios: tienen un alto sentido de propósito y valores sólidos, pero muchas veces ven el lado “cualitativo” del trabajo como el único propósito, no organizan el tiempo para reunir información que pueda informar sobre el avance de metas, no definen métricas para analizar la eficacia, mucho menos la eficiencia. Pueden tardar semanas para elaborar un afiche de sensibilización que será usado en un taller cuando la realidad demostrará que la capacidad de retención de la información es de setenta y dos horas, organizan cientos de charlas porque sienten necesario mantenerse en contacto con los beneficiarios, pero pierden de vista que las personas son eficaces cuando aprenden a trabajar autónomamente. Se encuentran también los pragmáticos: ellos gestionan procesos e intentan implementar los servicios para los beneficiarios y cuando emergen los problemas los ven como oportunidades para flexibilizar los planes y resolver sobre la marcha. Priorizan el cambio de los instrumentos: ajustan las cartas de Gantt, reducen los tiempos de los talleres, donde antes se organizaban talleres para veinte ahora los hacen para treinta; el material que iba dirigido a los dirigentes adultos ahora se “adaptan” para los líderes adolescentes; si antes se distribuía un material instructivo general, ahora se le agregan párrafos para incorporar el enfoque de género. Si necesitan mostrar que existen canales de participación se agrega una sesión al taller de refuerzo. El producto queda reducido a informes que se une a los cientos de páginas generadas durante la ejecución.



Ni los eficientes, ni los cualitativos ni los pragmáticos logran percibir un asunto fundamental  en el desarrollo humano: las condiciones que rodean a un grupo humano, una comunidad, una organización social, un grupo indígena se modifica rápidamente conforme una iniciativa de desarrollo se desenvuelve. Por varias razones: porque se han creado expectativas diferenciadas entre los diversos subgrupos existentes, porque el flujo de información al que acceden tiene efectos distintos entre las personas; porque la percepción sobre el rol del proyecto genera reacciones entre los funcionarios públicos y otras instituciones, porque los procedimientos de las entidades públicas se imponen sobre cualquier fuerza natural o sobrenatural, porque las rutinas de las personas tienen una capacidad ordenadora formidable o simplemente porque los poderes fácticos emergen y las fuerzas invisibles se hacen visibles.

Por tal razón, desarrollar las capacidades de los equipos técnicos para analizar el avance del trabajo, el progreso de los procesos puestos en marcha no solo es deseable es una condición indispensable de la gestión.

La palabra clave es realimentación: el proceso de compartir observaciones, inquietudes, y sugerencias para mejorar el desempeño. En el trabajo que busca abordar los retos emergentes, generalmente con recursos limitados, la realimentación es esencial para maximizar el impacto de las intervenciones. Los bloques fundamentales de la realimentación son puestos por el monitoreo. A partir de el se identifican restricciones en los procesos de capacitación: ¿han cambiado las prácticas de los actores o no? ¿habíiamos reconocido adecuadamente los roles de los actores sociales e institucionales? Este tipo de preguntas (que se forman a partir de los indicadores) puede puede explicar el avance y las limitaciones del programa o proyecto.

 
¿Se puede evaluar el desarrollo de capacidades en monitoreo y evaluación? No sólo se puede, se debería evaluar el desarrollo de estas capacidades como uno de los elementos esenciales del desarrollo organizacional, especialmente de los organismos que implementan programas y proyectos de desarrollo social. De lo contrario, el flujo para la realimentación no fluirá y las decisiones cada vez mas se desconectaran de la realidad. Y responder a la realidad, amigos, es la razón de ser de un proyecto de desarrollo.
 
Para quienes leen en inglés a continuación un recurso extremadamente útil sobre este tema:


Los comentarios son, por supuesto, bienvenidos.

jueves, 14 de febrero de 2013

¿Cómo saber cuando un programa puede ser evaluado?

La evaluación de los planes y programas de gobierno es, cada vez más, una función estratégica del Estado. En un contexto de mayores niveles de inclusión y participación política, la difusión de sus resultados y hallazgos se convierte en un derecho que puede ampliar el ejercicio de ciudadanía.

En principio cualquier programa que está dirigido a promover el desarrollo, combatir la pobreza o abordar las causas de la inequidad, cualquier programa de desarrollo social, debería ser susceptible de evaluación.

Todos los programas y proyectos sociales se basan en una hipótesis de cambio y todas las actividades de la intervención generan información: sobre los cambios en el grupo objetivo, sobre las condiciones institucionales, sobre los roles de los actores participantes, sobre la entrega de los productos planeados, sobre el avance en los resultados. Las variables de cambio social son susceptibles de medición. Sin embargo, ¿el programa cuentan con las condiciones para acceder a la información? ¿se ha previsto una participación significativa de los involucrados en el proceso evaluativo? ¿ha definido métricas apropiadas y viables?


¿Cuáles son las dimensiones en el planeamiento y la gestión que hacen que un programa este mejor preparado frente a la evaluación? Estas preguntas se ha planteado el CIPPEC de Argentina y sus resultados se encuentran en un informe destacable. Puede ser bajado desde el enlace a continuación.

http://www.vippal.cippec.org/media/recursos/documentos-de-politica/cippec_analisisdeevaluabilidad.pdf